Capitulo decimoquinto

ROMPEMOS LAS RELACIONES

Al regreso de Andrés de la mili paso unos días en Alcalá y se paso para entregar el currículo en la Seda de Barcelona, que entonces se llamaba Perlofil, con tan buena suerte que mientras estaba hablando con quien sería su jefe, les avisaron de una avería importante en producción.

Todos fueron para la zona de la avería, incluyendo Andrés, mientras todos estudiaban el motivo, el hecho un vistazo y en un momento les explico la avería y posible reparación, en pocos minutos reparo la avería y le dijeron que podía empezar a trabajar cuando quisiera.

Cuando nos lo conto nos pusimos todos muy contentos, pues su padre ya le tenía preparado un trabajo en Barcelona, en la Seat que era donde trabajaba él y la idea de que de nuevo se fuera a vivir tan lejos no nos agradaba demasiado.

Unos días después se fue a visitar a sus padres. Cuando Andrés regreso, empezó a trabajar y se busco un sitio para vivir.

Cuando me venía a buscar, no aceptaba de ninguna manera que siguiéramos saliendo con la pandilla, que yo había conocido en su ausencia.

Era natural después de estar separados tanto tiempo, quería estar a solas conmigo, en cambio yo en esos momentos, me lo estaba pasando tan fenomenal con ellos, que no aceptaba prescindir del grupo y recordaba los plantones de estar en casa esperando que tuviera algo de tiempo libre para dedicármelo. Pero siempre estaba ocupado estudiando, entrenando, arbitrando y con todos sus rollos y compromisos, dejándome en casa sola casi siempre.

Ahora la cosa parecía diferente y venia a buscarme, casi todos los días. Yo procuraba enterarme donde se reunía el grupo para unirnos a ellos y cuando lo hacíamos, seguidamente ya estábamos enfadados para toda la tarde.

Pocas semanas después y viendo que cada día era peor nuestra relación, en la plaza Cervantes decidimos que cada uno hiciera lo que le apeteciera y con quien quisiera.

Y nos fuimos cada uno por su lado, yo por supuesto a encontrarme con el grupo de amigos.

La tarde transcurrió dentro de lo normal, algunos me preguntaron por él y yo les dije que habíamos roto, me hicieron de todo tipo de preguntas y comentarios y se ofrecieron como siempre para acompañarme a casa.

Cuando llegue a casa y se lo dije a mis padres, mi padre como siempre no me dijo nada pero mi madre, como era natural se quiso enterar de todo y yo le conté lo que pude porque en el fondo estaba bastante triste.

Con los años reconocí que los dos teníamos razón.

Mis primeras relaciones con él fueron demasiado a su manera y luego una mili de casi dos años y un regreso muy machista y autoritario.

La vida siguió para mí como cuando él estaba en la mili, pero al parecer llevaba un cartel de libre en la espalda por que en la misma pandilla me salieron tres pretendientes, muy atentos y serviciales, que trataron de consolarme.

El primero se llamaba Javier era de Alcalá y trabajaba en el Banco de Bilbao de al lado de la plaza.

El segundo un sevillano que se llamaba José, también bancario, vivía en Alcalá y trabajaba en Madrid. Y Alejandro que era de Galicia, trabajaba en el banco Hispano Americano, con el último estuve saliendo casi un año y además ya le conocía de la pandilla, era el que mejor me caía.

Un día se lo presente a mis padres y les pareció muy bien y yo a los suyos también les caí muy bien, me llevaba mucho a su casa sus padre también eran gallegos y a su madre la encantaba hacerme comidas y postres gallegos.

Solo tenía un problema muy importante y grave; cada vez que veía Andrés tenía que hablar con él, siempre tenía que decirle alguna cosa aunque no tuvieran importancia y por la noche lloraba y le echaba mucho de menos.

Solíamos vernos muchas veces sobre todo en la discoteca, solía salir con las secretarias de la fábrica y creo que lo hacía a posta para darme celos, cosa que conseguía con facilidad.

También se había comprado un Seat Cupe, verde chulísimo, en el que paseaba a las niñas y secretarias por el pueblo.

La nueva fábrica de pelucas empezó a flojear. Villamor a trabes de mi padre empezó a despedir a muchas empleadas, de las últimas que habían contratado.

Yo seguía en la peluquería y nos planteamos que yo dejara de trabajar, era demasiada paliza el ir y venir yo sola a Madrid todos los días.

El horario de mi padre y el mío eran incompatibles, el entraba a los ocho y salía a las cinco de la tarde y yo entraba a las diez y media y salía a las ocho de la noche y mis viajes eran en autobús, metro y luego casi media hora andando para llegar a Claudio Coello que estaba la peluquería.

Poco tiempo después me despedí del trabajo y me puse a trabajar en la peluquería que habíamos puesto para mi madre en el piso de Alcalá.

Un par de meses después mi padre también fue a la calle y cerraron la fábrica que habían montado, llevaron algunas cosas de nuevo al taller de Claudio Cuello, como al principio.

En poco tiempo el negocio de las pelucas y postizos, se había terminado y prácticamente se mantenían con lo de los caballeros.

La peluquería no daba para las dos y mi padre no encontraba trabajo en ningún sitio.

El pisito y pequeño local del terreno de los abuelos, se había quedado sin inquilino y con los pocos ahorros que nos quedaban pusieron en ese local, una mercería llamada Güendolyn, en donde además de vender telas y muchas cosas que trajeron de Barcelona mis padres, mi madre hacia confección a medida, con las telas que vendía.

El tío Dámaso encargo a mí padre que le hiciera una librería para el salón de su casa, que le ocupo varios meses.

Mi madre cada día tenía más encargos de costura y no podía atender el comercio y coser.

Mi peluquería estaba en un barrio muy a las afueras, en aquellos años, no terminaba de animarse demasiado.

La zona era un poco solitaria y vivía poca gente, decidimos de cerrar la peluquería y me fui a la mercería para ayudar a mi madre con la costura.

Teníamos cada vez más trabajo de costura, llevábamos las telas de Barcelona para la confección, y ya no era problema que mi padre no trabajara, con lo que cosíamos mi madre y yo, incluso nos fuimos un par de años de vacaciones a Benidorm.

Mi padre nos ayudaba sacando los patrones de las prendas que queríamos hacer, de una revista de patrones que empezaba a tener mucha aceptación y se llamaba Burda.

Después de probar con varias revistas, comprobamos que era con la que mejor sentaba la ropa que cortábamos, pero tenía un problema y era que toda la revista venia escrita en Alemán. Tenias que tener mucha experiencia en la confección para saber bien como había que montar los patrones.

Algunas clientas que tenían problemas con el corte, pero que sabían coser lo suficiente como para hacerse una prenda, venían al comercio compraban la tela, elegían el modelo que querían y nosotros se lo cortábamos a su medida, las explicábamos como se montaba y venia para que la hiciéramos la primera prueba.

Fue bastante innovador en la época, teníamos mucho trabajo y muchos encargos.

Viendo los problemas que tenían las mujeres con el corte, mis padres decidieron facilitarles las cosas e iniciaron un negocio que duro muy poco tiempo, justo hasta que mi padre encontró trabajo.

Buscaron unos patrones básicos de un par de pantalones dos o tres faldas, dos o tres vestidos y un par de blusas.

Con la tabla de medidas de la revista hicieron varias tallas, que cortábamos en papel de seda.

Compramos una imprentilla manual para poner la información del montaje, por donde había que doblar la tela, dirección del hilo y demás explicaciones, lo metíamos en un sobre grande donde nos habían imprimido un pequeño dibujito con los modelos, las distintas tallas con las medidas y el nombre de la empresa “Patrón Practic”.

Mi padre buscaba comercios de telas y dejaba unos cuantos en depósito y un cartelito de propaganda donde informaba de lo práctico de los patrones, luego pasaba periódicamente a reponer y cobrar los vendidos.

En un par de ocasiones hicimos publicidad en la radio, de lo cómodo y fácil que era coser con” Patrón Practic”. El negocio funcionaba bastante bien y podía haber funcionado mejor con el tiempo.

Llevaba como ocho meses saliendo con Alejandro, cuando un día me dijo que tenía una sorpresa para enseñarme.

Me llevo a ver un piso piloto muy grande y bonito, en una obra nueva, frente al parque.

Quería que eligiera que altura y vistas me gustaban más. No pude decir ni pió, tenía ganas de llorar y salir de allí lo antes posible, hasta entonces no me di cuenta de que me estaba atando seriamente y sin darme cuenta.

Fuimos a la disco y no dije ni una palabra en toda la noche. Solo me faltaba esa noche encontrarme con Andrés y su acompañante de turno, como ocurrió.

Unos meses después en la fiesta de fin de año, que celebramos en una discoteca y en la que por supuesto no estaba Andrés, me di cuenta de que le echaba mucho de menos y era una tontería seguir insistiendo en lo contrario y aquella noche decidí romper con Alejandro, no lo hice en ese momento, pero lo hice unos días después.

No le cogió de demasiada sorpresa, me dijo que ya se lo esperaba y aunque intento de convencerme de lo contrario, no lo consiguió.

Conseguí el número de teléfono de la fábrica que trabajaba Andrés y empecé a llamarle para cualquier tontería.

No solía hacerle mucha gracia y no entendía para qué le llamaba después de más de un año separados.

Le explique en varias ocasiones que no salía con nadie, pero no se lo creía y no confiaba mucho en mí.

Yo solía estar siempre en casa y algunas veces venía a buscarme y salíamos a dar una vuelta, pero siempre con mucha reserva por su parte y sin comprometerse demasiado.

Por otro lado Alejandro venia algunos días para hablar conmigo y seguía tratando de convencerme para que siguiera saliendo con él, también me comentaba que su madre quería verme para que le explicara que nos había pasado para dejar de salir. No lo consiguió, no me parecía bien volver a su casa.

Empecé a salir de nuevo con Andrés y era como si nos conociéramos de nuevo, pasábamos muchos días sin vernos y se presentaba en casa a buscarme, sin avisarme ni nada, venia cuando le apetecía o tenía tiempo.

Era un hecho que sus problemas de tiempo seguían por el estilo. Además de trabajar, jugaba al tenis en las pistas de la fábrica y entrenaba al baloncesto un equipo de chicas, de las cuales casi todas eran secretarias y compañeras.

También había empezado otra carrera de ingeniería, la que había terminado era de Telecomunicaciones y ahora había empezado una Ingeniería Industrial.De nuevo estaba muy ocupado para dedicarme tiempo a mí, pero yo veía las cosas ahora con más tranquilidad y como se suele decir “el amor es ciego”.

Me animó para apuntarme al equipo de baloncesto de la fábrica, así podríamos pasar un poco más de tiempo juntos.Enseguida pude comprobar que mi presencia fastidiaba a más de una jugadora de las que estaban en el equipo fundamentalmente para ligarse al entrenador y recordé haberlos visto bailando más de una vez en las discotecas, cuando estábamos enfadados.

Los comentarios que me hacían tampoco eran de lo más amistosos y Andrés tonteaba mucho con ellas, en más de una ocasión, pensé que estaba haciendo la tonta de nuevo y que quizás Alejandro tenía razón, cuando me decía que éramos demasiado diferentes y no volvería a salir bien.

En muchas ocasiones veía cosas que no me gustaban lo más mínimo, pero no estaba en situación de poder protestar, ni de hacer escenitas de celos con aquella panda de pedorras.

Tenía la sensación de estar a prueba, en mis relaciones con Andrés. Por otro lado era la primera vez que hacía deporte y me hacia muchas ilusión formar parte de un equipo, aunque en muchas ocasiones con su comportamiento, pensaba que las enemigas eran las de mi propio equipo.

Lo bueno que tenia era mi buena moral y las experiencias vividas, que me ponía por encima de todos ellos, pasando de lo que me dijeran.

Andrés como entrenador y yo jugadora, en el equipo Enkalón

Nos compramos una cesta de Picnic y los domingos nos íbamos de excursión, con tortilla de patata y pollo con tomate. Descubrimos zonas muy bonitas y lo pasamos muy bien.

Unas veces íbamos solos y a menudo también con amigos. Uno de los amigos de esa época era Joaquín Pesquer. Era amigo de Andrés en Barcelona y estudiaba también en la laboral se hizo novio de una compañera del equipo de baloncesto llamada Lola, también se casaron pocos años después y se fueron a vivir a Barcelona.

Andrés alquilo un piso con dos compañeros de trabajo, uno de ellos se llamaba Paco y a parte de trabajar también en la Seda de Barcelona, estudiaba una Ingeniería en Madrid, alguna vez fueron juntos a la Universidad.

Bailando en el campo de excursión

Empezamos a planear un viaje a Barcelona en tren, para pasar unos días con la familia de Andrés, mis padres no estaban de acuerdo en que me fuera sola de viaje con él.

Después de darle muchas vueltas al tema para buscar soluciones, nos enteramos que mi abuelo materno Julio tenía unos parientes en Mollet de Barcelona y le invitamos a que viniera con nosotros de carabina, hacía muchos años que no los veía, por ese motivo se animo enseguida.

Hicimos un viaje muy agradable y a él le hizo mucha ilusión de ir con nosotros, teniendo en cuenta que casi nunca salía de Alcalá.

Se puso en contacto con ellos y vinieron a buscarle a la estación cuando llegamos a Barcelona y el se emociono mucho, quizás pensaba que nunca los volvería a ver.

Viaje a Barcelona a visitar la familia de Andrés

Encontré a los padres de Andrés muy fríos y poco acogedores, volví del viaje bastante triste y confundida por su comportamiento, tan reservado y poco comunicativo.

Al parecer según después me comento Andrés: su padre tenía planeado que al terminar la carrera se fuera a vivir a Barcelona y trabajar en la SEAT donde él trabajaba desde hacía muchos años y me culpaban a mí de que primero buscara trabajo en Alcalá y no aceptara el trabajo que su padre le tenía preparado y después cuando estuvimos enfadamos, no tomara la decisión de marcharse de vuelta a su casa, quedándose a trabajar en Alcalá.

Estuvimos un par de años, en los que nuestra relación se hizo más firme y empezamos a hacer planes para casarnos en un futuro, como la posibilidad de comprar un piso, entre otras cosas.

Lo primero que hicimos fue empezar a buscar piso y aquí empezó el primer desacuerdo importante, él quería un piso alquilado y yo comprado.Su negativa a comprarlo era porque tenía intención de volverse en un futuro a Barcelona.

Yo le decía que el tener un piso en propiedad no impedía luego venderlo o alquilarlo y luego marcharse a otro sitio, para hacer lo mismo. Poco a poco fui convenciéndole y al final miramos para la compra de nuestro primer piso.

Lo peor era conseguir el dinero que nos pedían para la entrada y para hacer las escrituras, pero a esto le encontramos enseguida la solución.