Capitulo decimosexto

POR FIN MI PADRE ENCUENTRA TRABAJO

Mi padre seguía sin trabajo y seguíamos en los ratos libres que nos dejaba la costura, reponiendo las ventas de los patrones que no eran muchas, pero mantenían a mi padre ocupado y no se ponía nervioso.

Nosotras entre una cosa y otra siempre teníamos mucho trabajo y cada día, más encargos de costura y de cortar y probar las telas que nos compraban.

Durante el tiempo que mi padre estuvo trabajando en la fábrica de pelucas, se ocupaba de las nominas, los seguros y de todo lo relacionado con los empleados, siempre bajo las ordenes de Villamor.

Todos estábamos declarados en el seguro como aprendices o peones, aunque fuéramos ofícialas de peluquería o modistas cualificadas, como las que hacían los armazones para las pelucas.

Cuando las despidieron con una pequeña indemnización algunas firmaron el acuerdo del despido improcedente y otras no lo aceptaron y lo denunciaron.Cuando se celebraron los juicios, llamaron a mi padre como testigo para declarar, ya que era el quien había preparado la documentación por orden de Villamor.Un día fue a Madrid para estas gestiones y de casualidad se encontró con un amigo suyo de la infancia de cuando vivía en Quesada.Era su mejor amigo de fechorías, Paco Malo. Eran dos hermanos pero su verdadero amigo era Paco.

Después de la gran sorpresa y de charlar de muchas cosas, comentaron sus situaciones y resulto que su amigo Paco y su hermano eran inspectores y jefes del ministerio de trabajo en Madrid.Al saber que mi padre llevaba casi dos años sin trabajo, le dio una tarjeta y le dijo que viniera a verle la semana siguiente, que tenía algunos contactos que llamar y ya le diría algo.

Cuando fue a la semana siguiente. Le propuso dos empresas que podía ir para hablar de parte de suya.Mi padre Eligio primero Zanusi. La fábrica de electrodoméstico, que estaba cerca de Alcalá.A los pocos días ya estaba trabajando.

Le contrataron de vigilante nocturno, el dormía por el día y nosotras por la noche, como nosotras estábamos durante el día cosiendo en el comercio, no le molestábamos y podía dormir tranquilo, por lo menos hasta la hora de comer.

Poco tiempo después le cambiaron y le pusieron en el control de la entrada a fábrica y era con turno de día.Como un año después quedo un puesto en el almacén, relleno una solicitud, le hicieron unas pruebas y le cambiaron, al almacén.

Al parecer era bastante eficiente porque poco a poco fueron dándole más responsabilidad hasta llegar a ser jefe de compras de material de oficinas y servicios de la fábrica.Ya se quedo allí trabajando en ese puesto, durante varios años, hasta que se jubilo.

Nosotros ya habíamos encontrado el piso para comprar y ahora nos faltaba lo principal “el dinero”.Como Andrés ya tenía una nomina desde hacia varios años, pedimos un crédito de cien mil pesetas para la entrada, nos hizo de fiador mi padre, que también tenía nomina y firmamos un montón de letras, por que en aquellos años no se hacían hipotecas, se firmaban letras a montones y según las ibas pagando empapelabas las habitaciones con ellas, por eso se estilaba tanto empapelar los pisos.

El edificio estaba en obra y como es natural íbamos muy a menudo a controlar su construcción, lo peor era que habíamos elegido un décimo piso y mientras estuvo en obra teníamos que subir por la escalera a medio hacer, tampoco había barandilla ni paredes y menos ventanas.

Cuando nos lo entregaron, como las paredes estaban bastante mal rematadas, los fines de semana los pasábamos pintando y empapelando el piso.Lo empapelamos todo hasta el techo del cuarto de baño, el techo era lo más difícil de empapelar.

Recuerdo que Andrés se fue de viaje de trabajo varios días y me empeñe en empapelar el techo de la habitación de nuestro futuro hijo yo sola, cuando conseguía poner el papel por un lado, se despegaba de pronto y se me caía encima de la cabeza como si fuera una sabana llena de pegamento que me pringaba toda y vuelta a empezar, con el peligro que mojado se rompía con mucha facilidad, además eran enormes muñecos y tenía que casar los dibujos, no quiero ni acordarme lo que sufrí yo sola y al final lo pude conseguir con la ayuda de dos escobas.

Poco a poco fuimos comprando cosas para el piso y cuando tuvimos comprado el dormitorio y unas sillas Andrés se instalo a vivir allí, así no pagaba la parte del piso compartido.

De una habitación hicimos un vestidor que se comunicaba con el dormitorio por una enorme arcada en el centro de la pared y encargamos un armario para toda la pared del frente, en madera lacado en blanco, con cinco enormes puertas de espejo, media más tres metros de ancho, casi todo lo diseñe yo, también tome las medidas que le di al carpintero.

Las medidas eran del hueco de la pared, tanto de la altura del techo como la anchura de la pared y no tuve en cuenta los márgenes correspondientes y los carpinteros tampoco me lo preguntaron.Cuando vinieron a montarle, no cabía en el hueco.Menudo susto nos dimos todos, casi me desmayo allí mismo, y ellos también.

Tuvieron que ir cortando de un lado unos centímetros a todas las piezas, incluidos los cajones, además para montar la parte trasera, se metió un carpintero por detrás y después de terminar, salir por el hueco de uno de los cajones.

Al final quedo un armario precioso y ha viajado con nosotros a todos los sitios y a sobrevivido a todas las mudanzas, al final hasta ya teníamos practica montándolo y desmontándolo.

Ya solo nos quedaba, poner fecha para la boda y empezar a hacer los preparativos, como elegir restaurante, encargarme el vestido, Andrés el traje y demás.