Capitulo decimoséptimo

MI BODA

Un día que fuimos al cine vi a la protagonista que salía en un columpio, con un vestido a capa de gasa blanco, con un forro amarillo, la falda de gasa llena de margaritas, y en la cintura, una gran cinta amarilla.Salí del cine maravillada y le dije a Andrés, que me lo haría como vestido de novia, me miro extrañado porque siempre se solían encargar en las tiendas especializadas.

También se lo comente a mi madre, al principio no se creían que fuera capaz de hacerme el vestido, con solo haberlo visto unos segundos en el cine, pero a medida que me lo fui haciendo empezaron a creer que realmente, lo conseguiría.Lo tenía todo en la cabeza, recordaba todos los detalles, como lo estoy haciendo ahora mismo.

Falda a doble capa para que tuviera más vuelo, forro amarillo de un tejido con mucho cuerpo para darle volumen y que no se me quedara pegada a las piernas y tuviera mucho movimiento. Sobre el fondo amarillo gasa blanca, también capa con mucho vuelo y toda la falda salteada de margaritas blancas de guipur con el corazón amarillo, la manga, cuerpo y cuello tipo 1900 y en el canesú una fila también de margaritas más pequeñas, en la cintura una gran cinta de raso amarilla con un lazo grande en la espalda.

El ramo era de flores amarillas y blancas, al igual que las flores del pelo. El velo no era demasiado largo por que luego molestan y tiran del pelo, cuando te lo pisan.Entre la familia, busque los niños que llevarían las arras y prepararles el vestido adecuado para el momento.Al final lo llevarían, mi primo Tomasete (hijo de mis tíos Tomas y Maruja) y mi prima Rosa (hija de mis tíos Julio y Luisa).

Los dos tenían unos siete años, a la niña la hice un vestidito de la misma tela mía, también en amarillo y con margaritas y lazo de raso amarillo, y al niño un pantalón y chaleco negro y una camisa blanca con puntillitas.

A la gente le extraño mucho, el color del vestido, en aquellos años todo el mundo se casaba de blanco, o en veis, además decían que el amarillo traía mala suerteEncargamos las invitaciones de boda, las repartimos y enviamos a los familiares y amigos que Vivian lejos.

Mis padres nos dieron dinero y encargamos un sillón para el salón, fue un sofá rinconera en chéster de piel negro, nos ha durado muchos años y aun le conservamos en casa.

Andrés poco a poco fue montando un equipo de sonido que sonaba muy bien y monto también un televisor con la pantalla sobre una madera que giraba y se podía ver desde todos los ángulos del salón, con unos bafles que nos servían de mesa de centro, cuando teníamos visita o invitados.

Al principio no había dinero para más, en todo el salón solo teníamos el sofá, el equipo de música, la librería donde Andrés instalo la tele y una pecera rinconera, que monto también Andrés detrás del sofá.

Los muebles de cocina los montaron unos días antes de la boda y los terminamos de pagar con algunos de los regalos, en forma de dinero que nos hicieron, después de pagar los gastos de la iglesia y la comida del banquete.Después de hacer tantas cuentas y tantos gastos, no nos quedaba demasiado dinero para el viaje de novios.

Nuestro dormitorio con la colcha de ganchillo de la abuela

Mi abuela materna Benita estuvo durante mucho tiempo haciéndonos una colcha de hilo a ganchillo, muy bonita y que termino, poco antes de que nos casáramos.

También compramos los muebles del dormitorio y con el armario problemático, al final quedo muy bien, los espejos del armario hacían en dormitorio mucho más grande.

Los padres de Andrés vinieron a la boda con su hermano Antonio y una tía suya que se llamaba Nuria.

La tía nos comentó que también vendrían a la boda su hija Rosa Mari, su nieta Elisabeth y su marido José Luis, ellos vivían en Madrid y vinieron a Alcalá el sábado anterior por la tarde para conocernos.

Así fue como iniciamos la relación con estos familiares de Andrés, que hemos mantenido desde entonces y tan buenos recuerdos tenemos.

Cuando nos reunimos y hacemos repaso de ellos, sigue siendo muy agradable hacer un recorrido por los recuerdos.

Rosa Mari era muy parecida a mí, las dos muy altas y delgadas, ella unos años mayor que yo y con los gustos muy parecidos.

El sábado que vinieron a Alcalá a conocernos, al saber que mi vestido de novia era amarillo, me comentaron que José Luis tenía un precioso y grandísimo coche amarillo, con el cual me podía llevar a la iglesia. Era demasiado, solo me faltaba el coche haciendo juego con el vestido.Aceptamos muy agradecidos y concretamos horarios y dirección de recogida de los novios.

Nosotros fuimos directamente para anular el coche que teníamos contratado para la ceremonia y seguimos con los preparativos de última hora.Primero recogería a Andrés y a su madre que era la madrina y los llevaría a la iglesia.

Su padre se iría en su coche desde nuestro piso y luego me recogería a mí y a mi padre que era el padrino, en casa de mis padres que es donde yo vivía en esa época.Según los planes todo tenía que salir perfectamente, pero no fue así y a última hora algo inesperado hizo que se torcieran los planes.

Por fin llego el gran día, la mañana transcurrió con los nervios correspondientes, teniendo en cuenta que yo era la responsable del vestido, peinado, maquillaje y todo lo demás.

El piso que vivíamos en el edificio que hizo el tío Tomas, seguía estando bastante solitario y un poco alejado del centro del pueblo. En esos años, tampoco teníamos teléfono en casa.

La boda estaba prevista para las cinco de la tarde, a las cuatro se empezaron a marchar todos los de mi casa y nos quedamos mi padre que era el padrino y yo, esperando a José Luis y su coche amarillo.

Al salir del taxi para entrar en la iglesia con mi padre

El tío Tomas y familia que vivían abajo, también se habían marchado y llevado a mi madre con ellos, en el edificio no quedaba nadie más.

Se suponía que a las cuatro y media tenía que llegar el coche amarillo, pero no llego, tampoco a las cinco menos cuarto, ni a las cinco, ni a las cinco y media.

Mi padre y yo dando paseos por la casa no entendíamos que pasaba, mi padre el pobre no decía casi nada.

Me asome a la terraza unas veinte veces y ni venia ni pasaba nadie, tampoco hubiera sabido que decirle a alguien que hubiera pasado por la calle, a voces desde el balcón llorando y vestida de novia.

Pasadas las cinco y media llego un taxi, al cual le habían puesto unos lacitos, unas florecitas y venia mi suegro subido en el.

Al salir de la iglesia convertidos en matrimonio

Lógicamente yo estaba como un flan y llorando sin saber qué hacer, me tuve que lavar la cara y maquillar de nuevo, no quiero ni recordar con la cara que llegue a la iglesia y con la cara que me miraban todos.

Me imagino que más de uno pensaría, que eran las consecuencias por casarme con el vestido de color amarillo y encima hecho por mi.José Luis había tenido un problema en Madrid, lo suficientemente importante como para no poder llegar a tiempo y no había podido avisarnos de ninguna manera, para prevenirnos.

Andrés al ver que no llegaba a buscarle como estaba previsto, se imagino que había ocurrido algún imprevisto y mandó a su padre a buscar un taxi a la plaza de Cervantes, para que fuera a recogernos a mi padre y a mí.

En el restaurante celebrándolo con la familia y los invitados

Con la abuela materna Benita y mis padres en la comida.

El se fue con su madre que era la madrina en el cupé verde, menos mal que de milagro lo había lavado el día anterior para irnos de viaje.

Nos casó el cura de milagro, porque había otra boda detrás de la nuestra y como nos retrasamos tanto tiempo, casi nos anulan nuestra ceremonia.

A la boda vino toda la familia y los amigos, también los de la boda siguiente, que ya estaban llegando a la iglesia, con lo que se lleno la iglesia a tope.

Cuando llegue a la puerta de la Iglesia me encontré, con la desagradable sorpresa de que estaba todo el equipo de Baloncesto y a esas estúpidas secretarias de la empresa de Andrés, a los cuales no habíamos invitado, ninguno de los dos, pero que se invitaron ellos solos, incluida la comida y que encima de ser más de veinte, no nos regalaron ni unas servilletas de papel.

La cena transcurrió como en todas las bodas muy animadas y reuniendo a los familiares que a menudo solo se reúnen en estas ocasiones.

Algunos siguieron la velada en una de las discotecas de José Luis en Madrid, hasta la madrugada.

Nosotros nos fuimos a tomar una copa a Madrid y pronto a casita para salir de viaje al día siguiente.

Para mi seguía siendo un viaje sorpresa, pero debido a los pocos fondos económicos del momento, debía de ser algo discretito, lo que Andrés tenia planeado.

Cortando la tarta nupcial, en primer plano mi primo Tomasete y al fondo mi tío Salvador.