Capitulo veinte

 

TRASLADO A GALICIA

 

La fábrica que Andrés trabajaba, era La Seda de Barcelona, una fábrica de hilaturas que estaba en Alcalá y que la central como su nombre indica radicaba en Barcelona.

La crisis del petróleo produjo una bajada de la producción por los costes de la materia prima, que produjo un plan de reducción de personal y para ello ofrecieron indemnizaciones a los que se dieran de baja voluntaria.

Buscando trabajo al final, lo encontró en la misma empresa que su jefe Bernardo se había ido, pocos meses antes, este le reclamó y tuve que aceptar el reto, muy contrariada, de ir a Vivero un pueblo del norte de Galicia en el que estaban construyendo una fábrica de aluminio de primera fusión. Un gran proyecto que en tiempos de Franco se había iniciado.

El puesto de Andrés era mejor que el que tenía en La Seda y el sueldo también por lo que preparamos la mudanza y allí nos fuimos a ver la zona antes de firmar el contrato con Aluminio Español que así se llamaba la nueva empresa.

Salimos muy temprano de Alcalá para llegar a medio día y dejamos a Carolina con mis padres.

Después de un millón de curvas por una carreterita muy estrecha desde que salimos de Lugo, llegamos a Vivero.

Casualmente llovía, con la ría baja y los barquitos sin agua, tumbados sobre su panza y esta sobre unas piedras llenas de algas, barro y porquería que la gente tiraba a la ría y montones de gaviotas, comiéndose la porquería.

No tuve por menos que ponerme a llorar, recordando lo que había rechazado y lo que me esperaba allí.

Vista de Vivero y el puente de Junquera desde San Roque.

Trate de disimular, para sumar más problemas a la situación.

Dimos un paseo por el pueblo sumando a la triste imagen, el hecho de que todas las tiendas estaban cerradas.

Era medio día y sin un alma por las calles, tratando inútilmente de encontrarnos con alguien para preguntarle donde podíamos ir a comer.

Enseguida encontramos un restaurante llamado Serra. Comimos muy bien con un buen vinito y unas riquísimas Nécoras seguidas de una exquisita merluza a la gallega.

Cuando terminamos volvimos a la zona de la ría la cual en ese rato de la comida, la marea la había llenado y los barquitos flotaban y se movían con las olitas, también había salido un poco el sol, todo esto sumado al Ribeiro fresquito de la comida, me hizo ver las cosas de una manera más positiva.

Un par de días después regresamos a casa para rematar el contrato con la empresa y las cosas del traslado.

A mis padres la cosa no les gustó, pues Vivero estaba muy lejos de Alcalá y no nos podríamos ver con demasiada frecuencia.

La marcha supuso vender el piso que estábamos pagando y también el que habíamos reservado y que estaban a punto de entregar ya terminado.

El que vivíamos lo vendimos enseguida a un familiar de unos vecinos, que nos lo compraron nada más ponerlo a la venta.

El otro cuando se lo comentamos al constructor, con miedo de no poder recuperar la señal, al no poder seguir adelante con la compra.

Fue una sorpresa cuando nos dijo, que ellos se lo volvían a quedar, pues los habían subido mucho de precio al terminarlos del todo y nos dieron el doble de lo que habíamos pagado de reserva, al romper el contrato.

Lógicamente todos estos preparativos para mi resultaban de lo más dolorosos, por un lado el separarme por primera vez de mis padres y era algo que me producía una gran pena, por otro lado separarlos de su Tani, a la que querían con delirio.

Sabía que me resultaría muy difícil volver a vivir cerca de ellos, teniendo en cuenta que Andrés era de Barcelona y sabia, lo mucho que le tiraba volver a su Cataluña, como pude comprobar unos años después

Entrada de la ría de Vivero y Cillero con la playa de Covas al Fondo desde la ermita de San Roque

En estos años nuestros amigos, la familia Soler, estaban viviendo por la zona de las islas y nos los encontramos de casualidad en Alcalá, después de contarnos nuestras batallitas, Andrés quedo en mandarle información de la empresa.

Volvimos de nuevo a Vivero, para ver la vivienda que nos ofrecían y la zona no me gusto nada para vivir, aparte de que el colegio de Carol estaría a una distancia bastante importante, sobre todo sin tener coche en invierno.

Vista de Vivero, Junquera y parte de Covas, desde San Roque

Andrés consulto la posibilidad de que lo alquiláramos en otra zona y nos dieran una subvención para el alquiler, cosa que aceptaron, pues ya lo hacían con otros empleados.

Buscamos un piso y tuvimos mucha suerte, pues le encontramos en el centro del pueblo con unas vistas preciosas, además en los bajos del mismo edificio, se encontraba el colegio de monjas del Cristo Rey, donde Carol iría al instalarnos.

No obstante el edificio de Vérseles donde nos ofrecieron los pisos,tenía una zona de locales comerciales en los bajos que me gustaron mucho y tuve la idea de convencer a Andrés,para que diéramos la entrada de uno,para poner un negocio cuando nos trasladáramos a vivir allí

Después del rechazo profesional que tuve que hacer, para marcharme con el a Galicia y a ese pueblecito tan pequeño y lejano de todo.

El también pensó que sería una buena decisión comprar un local donde yo pudiera montar un negocio de confección o peluquería de señoras y cabina de belleza, con mi titulo de esteticista recién conseguido y así poder trabajar en algo que yo llevaba en la sangre desde mi niñez.

Mis padres siempre habían tenido negocios en los que yo les ayudaba y a veces lo echaba de menos, ese mundillo del trato con la gente.

Andrés como tenía ganas de irse no me costó demasiado trabajo convencerle y con el dinero que nos dieron al despedirse de La Seda, aprovechamos el viaje y compramos un local en las galerías de Vérseles.

Fue algo precipitado pues en ese mismo viaje para que Andrés no se volviera atrás y nos hicieran mejor precio, compramos el local y lo pagamos en su totalidad.

El pago lo hicimos en una oficina, de un piso donde nos dijeron que era la notaria y en un pueblo que no conocíamos a nadie.

Cuando salimos de aquella oficina, lo hicimos con una ligera sensación de que nos podían haber engañado y darnos simplemente, un papelito de futura entrega de escrituras.

Preguntamos a varias personas por la calle, pues estábamos llenos de dudas y nos confirmaron que allí se encontraba la notaria.

El local tenía unos sesenta metros de superficie y casi cinco de alto con lo que me permitía construir un altillo en una parte del local.

Antes de volver para Alcalá tome medidas e hice un pequeño plano de todas las paredes, la altura, tamaño y situación de una ventana de entrada de luz de la calle, posición de columnas y todo lo necesario para empezar a hacerme los planos de la instalación.

El resto del dinero de la venta del piso y la reserva del otro lo metimos en un ahorro vivienda para que nos dieran mas intereses y desgravara, hasta que nos centráramos y elegir donde queríamos vivir para comprarnos uno definitivamente Andrés consulto la posibilidad de que lo alquiláramos en otra zona y nos dieran una subvención para el alquiler.

El piso que alquilamos era propiedad de Jaime Concheiro, registrador de la propiedad de la zona.

Era una persona, muy agradable y cuando nos dieron las escrituras del local, enseguida nos lo registró a nuestro nombre.

Un día nos invito a comer en su casa, que resulto ser un precioso Pazo en la ría de Betanzos, con unas vistas sobre la ría increíbles, pasamos un día muy agradable con su familia.

Entre la mudanza, el traslado y instalarnos en el nuevo piso, habíamos dejado un poco de lado el tema del local y no habíamos vuelto ni a verle.

Bastante lio teníamos en casa entre muebles por el medio, cajas y demás.

Después de un par de meses, la cosa empezó a estar controlada y decidimos volver a visitar el local para seguir planeando el acondicionamiento y arreglo del local para decidir que podíamos instalar en el y no hacer demasiada inversión, teniendo en cuenta que tendríamos que comprar un piso.

Puente Covas a Vivero, enfrente edificio del piso de Concheiro

Cuál fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos que le había crecido una enorme joroba invertida en un rincón del techo, justo en la zona donde tenía planeado hacer el altillo, cosa que ya no podría hacer por esa enorme deformación de techo.

Enseguida salimos a la calle, para comprobar que había ocurrido y que estaban haciendo en la pared y parte trasera del local.

Enseguida comprobamos que estaban haciendo una obra en toda la planta de encima, en la cual Aluminio estaba instalando una residencia Hotel para sus empleados y desplazados.

Esa enorme joroba era la escalera de entrada a la residencia que para aprovechar espacio la habían metido en mi local algunos peldaños, vigas de soporte y demás.

Andrés enseguida me dijo que él no podía hacer ninguna reclamación a la empresa en la que trabajaba, desde hacía pocos meses, además de que ya no podrían hacer nada para reparar lo que habían hecho pues ya estaba hecha la escalera de entrada y resto de la recepción y era el único acceso a la residencia que tenían desde la calle.

Como es natural yo no estuve de acuerdo con todo aquello y decidí ponerme en contacto con los responsables de aquella chapuza indecente.

Lógicamente sin la ayuda de Andrés que seguía estando en desacuerdo con mover nada, en contra de su empresa.

En el fondo tenia parte de razón, pues la respuesta por parte de ellos no fue demasiado amistosa.

Por fin conseguí hablar con el jefe de obra, de aquella chapuza, el cual lo primero que me dijo fue que ya estaba así cuando compre el local.

Por suerte habíamos pagado y escriturado antes de que hicieran la obra.

Me costó bastante poder demostrar que cuando hicieron la obra ya habíamos escriturado la propiedad, tuve que aportarlos copias de escrituras y demás.

Cuando ellos lo comprobaron descubrieron que uno de los dos compradores era uno de los empleados de la empresa, lo cual aprovecharon para forzar la situación y no me quedo otro remedio que negociar con ellos y aceptar lo que me propusieron.

Estas negociaciones las hice yo directamente, decidimos que sería mejor así, pues Andrés no estaba en situación de poder negociar y mantener posturas fuertes sin el riesgo de perder el trabajo.

Tuve que hacer la escalera por otro sitio y conseguí que ellos me hicieran la escalera de subida y una parte del altillo, a cargo de ellos, como compensación y fue un importante ahorro, para nosotros, ya que al tener que hacerla de otra manera a la que yo tenía pensado, me saldría bastante más cara.

Volvimos para ver la vivienda que nos ofrecían y la zona no me gusto nada para vivir, estaba más cerca de la fabrica pero casi en medio del campo, al lado de un pueblecito aun mucho más pequeño que Vivero.

Andrés consulto la posibilidad de seguir en piso alquilado un poco de tiempo más con la subvención para el alquiler y lo conseguimos durante unos años más, pues ya lo hacían con otros empleados.

El pisito que teníamos alquilado era perfecto, muy céntrico y podríamos conservarlo un año más.

Tenía unas preciosas vistas sobre la ría de Vivero por la parte delantera y los tejados de las casitas y zona del centro del pueblecito y monte de San Roque por detrás, además en los bajos del mismo edificio, se encontraba el colegio de monjas del Cristo Rey donde iría Carol.

Habíamos comenzado los arreglos del local y encargado una preciosa fachada de cristalitos pequeños tipo fachada de Coruña, en madera de Sapelli, la misma que la escalera y barandillas del altillo.

Vista del antiguo casino de Vivero

Los albañiles remataban las paredes y ponían los suelos de cerámica, yo cuando dejaba a Carol en el colegio solía ir para controlar la obra.

Pocos días después Andrés me dio una gran sorpresa, diciéndome que habían contratado a julio y en pocos días se trasladarían a Vivero tendríamos que buscarlos un piso a ellos también.

Me puse a ello con mucha ilusión y me di cuenta que el piso de al lado del nuestro estaba también sin habitar y nuevo.

Conseguí los datos del propietario, me puse en contacto con los dueños y lo reserve hasta que vinieran para verlo.

Pocos días después estábamos de vecinos y pasándolo muy bien juntos, sobre todo Carol que ya tenía a Julieta para jugar.

En ocasiones parece que Dios prepara las cosas para algunas situaciones que son imprevistas, como lo que me ocurrió pocos días después.

Una mañana cuando me dirigía al comercio, para controlar como seguía la obra, empezó a llover de repente y eché a correr para no mojarme demasiado, al pasar por la puerta del café Cantábrico alguien toco el claxon para saludarme y al girar la cabeza no pude comprobar la barra del toldo que justo estaba a la altura de mi cabeza y me di semejante golpe, en el mismo sitio de la fractura que perdí el conocimiento.

Cuando me recupere, me ayudaron a llegar al ambulatorio que estaba al lado, a partir de aquel momento empezó de nuevo un calvario de problemas y mareos de médicos, especialistas y viajes a Lugo y Vigo, para hacerme pruebas y controles.

Tuve que volver a hacer reposo para curarme, tomaba antiinflamatorios y calmantes para el dolor de cabeza tan fuertes que me tenían casi todo el día durmiendo y casi nunca me despertaba a tiempo para ir a buscar a Carol al colegio, no podía ir a comprar por si me mareaba en la calle, Andrés venia tardísimo del trabajo.

Gracias a Dios, allí estaba Merche para recoger a la niña, hacerme algunas compras y llevarme algo para comer ya que ni me despertaba para alimentarme y si no hubiera sido por ella me habría pasado los días tomando mucha medicación sin comer nada y lo peor fue que estas molestias me duraron bastante tiempo.

Me hicieron un montón de pruebas en distintos sitios como Lugo y Vigo, donde nos teníamos que desplazar muy temprano por las distancias tan largas y lógicamente dejar a Carol en casa de Merche.

Tanto en estas como otras ocasiones, siempre estaba dispuesta para lo que la necesitara y siempre la estuve agradecida de todo mi corazón.

Fue pasando el tiempo y empecé a mejorar con la medicación y el reposo aunque en esta segunda ocasión me quedaron algunas secuelas.

Por fin decidimos que instalar en el local, pensamos que lo mejor sería mezclar ropa de confección con tejidos y demás.

Con mucha ayuda de mi padre, en uno de sus viajes, fuimos instalando las mesas estanterías y todo lo necesario en el comercio.

Compramos unas preciosas lámparas Italianas que Andrés enseguida monto al igual que el resto de la iluminación, entre mi padre y Andrés todo fue muy rápido, fácil y económico, total quedo una tienda preciosa.

Para la inauguración fuimos a Barcelona a comprar algo de ropa de moda y algunas telas pues no sabía por donde iría mejor la cosa si por la confección o por los tejidos.

Teníamos unas ciento cincuenta mil pesetas nada más como inversión y fue lo que compramos, a la semana de la inauguración ya había vendido casi toda la ropa y pedí que me volvieran a mandar más mercancía y así lo hacía cuando era necesario, según lo vendía pedía más mercancía, siempre superando la inversión con las ganancias obtenidas.

Me puse en contacto con la empresa Singer de maquinas de coser y conseguí que me hicieran delegación oficial, además de enviarme una preciosa exposición de muebles y maquinas de coser y de tricotar, disponíamos de repuestos, teníamos un servicio de reparaciones y puestas a punto de las que se ocupaba Andrés.

Lo mejor era que gracias a que el local era muy grande, podíamos instalar distintas actividades y tener diversos tipos de ingresos.

Enseguida tuve que contratar a Ana, una dependienta para que me ayudara y atendía el negocio cuando yo me desplazaba a Barcelona a comprar género, cosa que hacía muy a menudo y muy tranquila sabiendo que todo estaba controlado.

Los viajes los hacía en tren, viajaba durante la noche llegaba por la mañana, compraba durante el día y volvía de nuevo por la noche, era una paliza pero lo hacía con gusto.

Ana además de atender en el comercio era una excelente bordadora a máquina.

En esos años era costumbre enseñar a bordar gratis al comprar una máquina de coser, cosa que era responsabilidad de Ana.

En el famoso altillo instalamos las maquinas de coser, bordar y las mesas de corte para los cursos.

Me busque un manual de corte y confección y con el inicie los cursos de corte y confección, enseguida con un poco de publicidad tuve muchas alumnas, las cuales aparte de pagarme las clases me compraban las telas, hilos y cremalleras, para confeccionar las prendas que hacían.

Me entere que habían terminado un precioso edificio parecido al que vivíamos, con la fachada blanca toda de cristal y ventanitas pequeñas que llaman de Coruña, siempre me gustaba mucho cuando lo veía.

Estaba en la misma calle que vivíamos, a pocos metros.

Pregunte si se vendían los pisos y me dijeron quien me podía informar.

Los pisos eran de la Caixa de Galicia y el que informaba era el director llamado Osvaldo y casualmente se encontraba en la oficina que también estaba en los bajos del edificio Cristo Rey, donde vivíamos.

Para poder estar en la lista de compradores era indispensable ser cliente de la Caixa de Galicia, más de cinco años y luego formar parte de una larguísima lista.

Cuando se lo comente a Andrés como siempre no estuvo muy de acuerdo, además seguíamos beneficiándonos de la subvención de la empresa, la cual aun duraría un par de años más y era una pena perderla, pero me dejo que siguiera indagando hasta que desistiera por los impedimentos.

Hable de nuevo una y otra vez con Osvaldo. Demostré que Andrés hacía muchos años era cliente de Caja Madrid y las cajas eran confederadas, con lo cual este tema tenía que ser válido.

Fui en varias ocasiones a informarme y solicitar mi ingreso en las listas. Hizo las consultas correspondientes y así lo aceptaron, con lo que nos pusieron en la cola de la larga lista. También solicite poder visitar el piso piloto.

Cuando pude ver los pisos, me quede aún más maravillada.

Los pisos eran preciosos con los suelos de tarima especial muy bonita, los acabados también eran perfectos.

Esto subió muchísimo los precios de los pisos y cuando los pusieron a la venta, al parecer salieron más caros de lo que la gente se imaginaba, con lo cual muchos de los que teníamos delante se borraron y encima cuando nos avisaron pudimos elegir entre unos cuantos, que estaban libres en la lista.

Vista de Cillero y Covas desde la ermita de San Roque

El problema era que para nosotros también era demasiado caro y al comprar nosotros un piso perderíamos la subvención.

De nuevo Andrés no estaba conforme y menos de perder la subvención que nos daban para pagar el alquiler.

El piso que me gustaba era un sexto ideal para nosotros, tenía cuatro habitaciones, dos baños y unas vistas sobre la ría preciosas en la parte delantera y otras sobre todos los tejados de Vivero por detrás.

Me horrorizaba la idea de tener que vivir en Vérseles,transcurrido el tiempo que teníamos asignado para

Interior de la capilla de San Roque de Vivero

la subvención de alquiler y perder la opción de compra de aquella maravilla que me quitaba el sueño.

Puse a trabajar mi cabeza para buscar una solución y enseguida la encontré, lo malo era como explicárselo a Andres para que lo entendiera y lo aceptara, teniendo en cuenta que nunca ha sido partidario de comprar los pisos.

Pensé que lo mejor sería, realizar la operación de la compra y mantenerlo en secreto y no decir a nadie que lo habíamos comprado, simplemente nos cambiaríamos y seguiríamos de alquiler, pero este era mejor, más grande y luminoso. Así lo hicimos, teniendo en cuenta que lo único que

Vista de la ría con edificio de nuestro piso al fondo

Arriesgábamos era que nos retiraran la subvención y tenernos que apretar mucho más el cinturón.

Todo nos salió según los planes previstos. Compramos el piso y poco a poco fuimos haciendo la mudanza.

Aparentemente seguiríamos esperando, como casi todo el mundo hasta que acabaran los chalets para los jefes cerca de la fábrica y pasados esos dos años la cosa seria más cómoda.

Para entonces, le habrían subido el sueldo a Andrés y ya funcionaria mi negocio, aunque fuera poco.

Además volveríamos a estrenar otro piso, que siempre es bonito y emocionante, sobre todo si es tan bonito.

Vista de la ría desde nuestra casa

En esta ocasión lo estrenamos en demasiadas ocasiones, porque a los pocos meses me encontraba fatal y cansadísima, no lo entendía porque ya casi todo lo tenía colocado y en su sitio.

Me hice la prueba de embarazo y al parecer habíamos estrenado demasiado el piso

Nos planteamos que teníamos que buscar una persona que cuidara y se ocupara de los niños mientras yo estuviera en el comercio, la contrataríamos antes de que naciera el bebe para buscarla con tiempo e ir conociéndola nosotros a ella y ella a nosotros.

Corrimos la voz y probamos con un par, que no nos gustaron y a los pocos días las mandamos a su casa.

Un día llamaron a la puerta y cuando abrí me encontré con una niña de unos trece años, con las zapatillas muy rotas y muy mal vestida, pensé que venía pidiendo limosna, pero enseguida me dijo que venía por lo del trabajo.

La dije que como podía comprobar yo estaba esperando un bebe y la persona que buscaba era para que le cuidara y á mi otra hija, consideraba que ella estaba en edad de ir al colegio y estar jugando con otros niños de su edad.

Muy seria me respondió, que un par de años atrás un coche había atropellado y matado a su padre que iba a trabajar en bicicleta y el culpable se había fugado dejando a su padre en la carretera.

Me comento que tenían una baca y su madre trabajaba en el campo, mientras ella cuidaba de sus tres hermanos pequeños, pero ahora además necesitaban dinero y era ella la única que podía empezar a trabajar.

Me sentí como si estuviera escuchando una novela de pena, totalmente trágica y no sabía qué hacer.

Lo decidí rápidamente, si había probado con otras personas, también lo tendría que hacer con ella y la dije que empezara al día siguiente, seria de prueba como había hecho con las otras chica.

Cuando se lo comente a Andrés no estaba muy de acuerdo y mucho menos cuando la conoció al día siguiente, realmente era muy poquita cosa, delgadita, pequeñita muy jovencita.

Se llamaba Amalia y aprendió muy rápido las pocas cosas y costumbres de nuestra casa se quedo viviendo con nosotros hasta que se marcho para casarse ocho años después.

Al poco tiempo formaba parte de la familia y la queríamos todos mucho, disfrutaba mucho cuando veníamos de vacaciones a casa de la familia.