Capitulo veintidós

LA AMPLIACION DE MI NEGOCIO

Fiesta en el tercer cumpleaños de Andresito

 

El negocio seguía bien y pronto abrieron en el centro del pueblo otra boutique que me hacia la competencia, tenía que tener mucho cuidado por estar muy retirada del centro del pueblo y ser una desventaja muy importante.

En casa todo seguía funcionando perfectamente con Amalia y los niños la querían mucho

Decidí pisar más fuerte y apostar por la publicidad, que yo misma me haría haciendo desfiles de moda en las discotecas a las que solíamos ir, los fines de semana.

Teníamos una gran tranquilidad de que los niños estaban perfectamente cuidados con Amalia, con lo cual yo podía centrarme más en mi negocio y Andrés en su trabajo

Podíamos salir de fiesta y ausentarme de casa para ir al comercio casi todo el día, en ocasiones, sabiendo que estaba todo controlado y yo a un paso de la casa, si Amalia me llamaba.

Me puse en contacto con los propietarios y encargados de las distintas discotecas, para decidir cuál sería la más adecuada para los desfiles y todos se ofrecieron para ayudarme en lo que necesitara.

Después de estudiar la que se adaptaba mejor a los planes que tenia, empecé a buscar las chicas que mejor reunían las condiciones para pasar la ropa en pasarela, con gracia y estilo.

Todas eran clientas mías y muy jovencitas, guapas y además con gracia y salero andando.

Como tenia ropa, juvenil elegimos distintas edades y para cada edad un tipo de baile distinto, de esta manera podía enseñar más variedad de ropa.

Rápidamente se corrió la voz por los colegios y por el instituto, con lo que Ana y yo tuvimos que hacer una selección y cerrar el cupo de aspirantes.

No quería que fuera un simple desfile y que la gente pensara que solo lo hacía para vender ropa, por ello trate de mezclar la ropa con el baile y la gimnasia.

 

Carol bailando en el tercer Moda show

 

 

En Vivero nunca se había hecho algo de ese estilo y fue un acontecimiento muy sonado entre la juventud.

Empezamos a ensayar en la discoteca con música y luces, cuando vi que tenían mucha gracia desfilando y mucho ritmo, decidí que sería un desfile de MODA & SHOW y sería el primero de muchos otros que haríamos los años siguientes.

Para asegurarnos mucha afluencia de gente, pensé que se pagaría una pequeña entrada a beneficio de las viudas de los marineros y ellas serian las que vendieran las entradas y se ocuparan de poner los carteles de la publicidad.

Ensayamos durante casi dos meses, pases, bailes, luces y todo lo relacionado con los pases y cambios de ropa.

 

Desfilando, en uno de mis desfiles de prendas de piel.

 

 

Un par de semanas antes de la fecha anunciada viaje a Barcelona a comprar la ropa de última hora para el desfile, teniendo en cuenta que era primavera verano, además no tenía que estar vista.

Fue un gran éxito y muchas de las niñas luego compraron algunas de las prendas que habían pasado en el desfile. Pocos meses después empezamos a preparar Otoño-Invierno.

Como era de esperar Jonathan Boutique que era mi competencia, al año siguiente también empezó a empapelar el pueblo con la publicidad de un desfile de modas y con grandes letras ponían “con modelos profesionales procedentes de una agencia de Coruña” esto impacto mucho y llevo a mucha gente para ver como desfilaban las profesionales.

Después de dudarlo mucho decidí de no ir al desfile, pero los comentarios me llegaron al día siguiente.

Mis modelos me explicaron con todo tipo de detalles todos los fallos que según ellas habían tenido, creo que la gente se metió con ellas y las silbaron muchísimo.

Era de esperar pues las profesionales no pasan en los desfiles con ritmo y medio bailando, si no muy serias y rígidas, además en nuestros desfiles la mayoría del público eran familia de los chicos y chicas que desfilaban conmigo, con lo cual fueron aun mucho más críticos con las profesionales.

Lógicamente los Jonathan Boutique no repitieron la experiencia y no hicieron ningún desfile más.

En uno de los viajes que hicimos a Barcelona entre vacaciones y compras descubrí el mundo del Macramé y el de la fabricación de cinturones de fantasía, realmente en Barna., puedes volverte loco de lo que puedes llegar a inventar y fabricar con un poco de imaginación y creatividad.

Todo esto con mucha publicidad fue una nueva sorpresa en Vivero, donde casi nunca pasaba nada y los inviernos eran largos y aburridos.

Hacía poco tiempo que habían inaugurado una cadena de radio y procuraba pasar mucha información por medio de la radio, además me hacían ofertas y salía muy bien de precio.

 

Carol Andresito y Otros niños, en el desfile Moda Show

 

En los pocos ratos libres que teníamos, Ana y yo montábamos cinturones en cantidad.

Regalábamos un cinturón al hacer una compra de confección y buscamos un chico que los llevaba por los comercios para venderlos.

Por otro lado también hacíamos cursillos gratuitos de macramé y enseñábamos como se hacían los maceteros y se forraban las lámparas, cuando nos compraban las bobinas de algodón y las bolas de adorno

Poco tiempo después abrieron Tenda.

Una de mis clientas de pronto abrió otra boutique también en el centro del pueblo.

Me lo estaban poniendo demasiado difícil para seguir en la brecha con la moda.

Empecé a darle vueltas a la idea de buscar un local en el centro del pueblo, como ya he explicado, mi comercio estaba un poco retirado de la zona comercial y en invierno el acceso resultaba incomodo y muy solitario, aunque las clases y los tejidos funcionaban muy bien, las ventas de la moda bajaron muchísimo y lógicamente la ropa era lo que dejaba más beneficio.

Después de dar algunos paseos por el centro, que además era donde habíamos comprado el piso, encontré un precioso local en alquiler, con un gran escaparate y unos setenta metros de local.

Justo lo que necesitaba y detrás de la plaza de Pastor Díaz que era y sigue siendo el punto céntrico del pueblo.

Estaba bastante arreglado y no teníamos que hacer nada de reforma.

Antes había sido una librería y lo habían dejado muy bien incluso con las estanterías de los libros y todo.

Enseguida me puse en contacto con Suso que era el dueño, del local y empleado de la Caixa de Galicia, para que me informara de las condiciones.

Después de preguntarme en varias ocasiones por mi marido, enseguida me di cuenta de que no le gustaba tratar los negocios con una mujer, con los años me confirmaría esta idea de que prefería tratar los negocios con los hombres, para el las mujeres, bastante tenían con cuidar de los hijos y las faenas de la casa.

Ya tenía el local perfecto localizado. Ahora tenía la faena más difícil y complicada, tenía que convencer a Andrés de la necesidad de alquilar otro local en el pueblo y que además tratara el con el dueño, porque conmigo no quería ni hablar.

Carol bailando en uno de los Moda Show

 

 

Era la primera vez que se lo comentaba y aparte de poner el grito en el cielo y ponerme verde, no encontraba la necesidad de complicarme la vida más de lo que la tenía ya complicada con tantas cosas como hacía.

Después de muchos lloros por mi parte al ver totalmente descartadas, las ilusiones de ampliar mis negocios, seguí insistiendo hasta conseguir convencer a Andrés de que me permitiera y ayudara a montar la boutique Tinglado 2.

Hicimos el contrato a primeros de Noviembre y tuvimos que pintar, acondicionar y preparar todo la documentación.

En la primera semana de Diciembre me marche a Barcelona a Comprar confección y telas de Fiesta para la apertura del nuevo local.

Fue un gran éxito abrimos hacia el diez de Diciembre y hasta el día de Reyes hicimos unas ventas increíbles, vendimos hasta unas cuantas maquinas de coser, pues lucían mucho más en los escaparates nuevos.

También teníamos cantidad de tejidos de todos los tipos en los dos comercios, los cuales tenían mucha salida con las clases de corte y confección.

Pasadas las fiestas y los nervios de la inauguración ya me organice y deje el comercio primero que lo llevaría Ana sola y le dedicaríamos a los retales al peso, clases de bordado, macramé, montaje de cinturones, forrado de botones y prendas mas rebajadas y pasadas de moda.

Al tener más espacio en la entreplanta, localice en Barcelona donde me enviaban sabanas, toallas y retales, todo al peso, aprovechando que había comprado una báscula para pesar el Macramé.

Salían muy baratos todo y aunque no ganábamos mucho, vendíamos mucho y venia mucha gente, también seguíamos montando cinturones, cuando era necesario.

Yo tenía clases de corte y confección en el primer comercio y esos días nos cambiábamos de comercio Ana y yo, además de Celina, una modista que nos ayudaba en los arreglos y atendía también al publico cuando la necesitábamos.

Pronto contrate también a Lucia, la hermana de Ana, para que viniera a ayudarnos.

Aunque Vivero era el pueblo con el comercio más importante de la zona, no había ninguna tienda que vendiera vestidos de novia ni comunión y la gente tenía que desplazarse cien kilómetros a Lugo o Coruña para comprarlos y luego volver para las pruebas y a recogerlos ya terminados.

Lógicamente yo empecé a estudiar la posibilidad de tener vestidos de Promovías.

De nuevo sorprendía a Andrés con otro montaje y otra inversión.

También en esta ocasión intento quitármelo de la cabeza para no complicarme más la vida, pero no insistió demasiado.

En el espacio dedicado al almacén, pusimos una moqueta marrón oscura pintamos las paredes también en oscuro pusimos un gran espejo en la pared y dos grandes armarios, para guardar los vestidos de novia y comunión, hicimos bastante publicidad.

Cuando hacíamos desfiles los terminamos con broche de oro, sacando dos o tres novias y niñas de comunión. Había que ver las caras de las mamas viendo a sus niñas vestidas de novia.

Vendimos pocos lógicamente, teniendo en cuenta que no era una prenda de uso frecuente, los que más se vendían eran los de comunión, además los arreglos los hacía yo perfectamente, sin necesidad de tener que mandarlos a fábrica para los retoques.

La cosa marchaba perfectamente muy organizada, mientras yo daba las clases de corte y confección, venia Lucia la hermana de Ana para atender al público en el comercio, las dos eran muy agradables y buenas colaboradoras.

Un par de años después de abrir Tinglado 2 y 3, viendo que entre los dos comercios se me estaban acumulando muchos restos que no había manera de sacarlos, tome otra decisión y de nuevo resulto un susto cuando se lo comente a Andrés.

Me propuse poner un puesto en los mercadillos de los pueblecitos de alrededor.

Lo primero que tenía que comprar era un coche, lo busque y lo encontré, pero me faltaba el dinero, lo primero que pensé fue pedírselo prestado a mi suegro que siempre presumía del dinero que tenía en el banco, sin comentarle nada a Andrés.

Llame a su padre directamente y le comente lo que quería hacer y que necesitaba durante unos meses unas doscientas mil pesetas, que era lo que me costaba el coche de segunda mano que había visto, yo le devolvería el dinero en las mismas condiciones que al banco, incluso con los intereses.

Pero si me lo dejaba el, me ahorraría los gastos de la solicitud del crédito, la negativa por su parte fue rotunda y automática, nunca me lo habría imaginado, porque de hecho nunca los habíamos pedido ayuda para nada, siempre recurrimos a mis padres, pero sabía que en esta ocasión, no tenían dinero.

Andrés se enfado mucho conmigo cuando se lo comente y le dio la razón, porque como siempre, él tampoco estaba de acuerdo con la idea y me dejo claro, que no tenía intención de abalarme para el crédito.

De nuevo eche mano de mi madre, que me abalo el crédito y pude comprar el coche sin problemas.

Ya tenía el Sinca 1.200, el siguiente paso era sacar el permiso para venta ambulante y encargar la mesa.

Así lo hice, me hicieron una mesa desmontable, de seis metros de largo con soporte para poner toldo para la lluvia y el sol, aunque había más lluvia que sol, al principio era un lio el montón de hieros, pero enseguida le cogimos el aire, también compre otra báscula para los retales al peso.

Alquile una plaza de parking cerrada, en la cual metíamos el coche cargado cuando volvíamos del mercado y no tocábamos nada hasta el próximo día de mercado.

Lucia era la que me acompañaba a los mercadillos, solamente hacíamos tres pueblos y Vivero.

La pagaba un fijo y un porcentaje de las ventas, con lo cual ponía mucho interés en las ventas.

Cuando llegábamos al sitio que nos habían asignado en los distintos mercados, montábamos el puesto entre las dos, luego yo solía marcharme a comprar o a tomar café y en Vivero me marchaba al comercio, hasta la hora de ir para ayudarla a recoger.

Empezamos en los mercados a principios de primavera y seguimos hasta que paso el otoño, cuando empezó el frio del invierno, ya no me hacia tanta gracia y por otro lado habíamos sacado un montón de maulas.

Un día volviendo del mercado de San Ciprian, que era el pueblo donde estaba la fábrica de Aluminio donde trabajaba Andrés, al entrar en una curva en la que había un puente, nos encontramos con un camión que bajaba por una cuesta cargado de piedras para la fabrica.

Estaba claro que los dos no pasábamos por el puente, decidí centrarme en la carretera y chocar de frente contra el camión, que a su vez ya empezaba a frenar poco a poco, el choque no fue muy brusco pero nos fue arrastrando marcha atrás hasta que paro del todo.

No nos paso nada, pero todo el morro del coche se metió debajo del camión y entre varias personas lo sacaron.

Con uno de los muchos coches que pararon y que iba para la fábrica de Aluminio, mande recado a Andrés para que viniera a buscarnos y Lucia y yo nos sentamos en la cuneta a esperar que nos viniera a buscar.

Poco rato después llegaba Andrés con una cara de susto, al enterarse que habíamos chocado contra un camión en un puente, que para colmo no tenía ningún muro de protección, como ocurría en muchos otros puentes de esa carretera.

Arreglamos el coche, vendí la mesa y el toldo que yo misma me había hecho para la lluvia y el sol, a un conocido del mercado que vendía chuches y la suya se le había quedado pequeña, por cierto gane algo en la venta y así termino mi experiencia en la venta ambulante, de la cual me ha quedado una pequeña querencia a comprar en los mercadillos.

Celina era una de las personas que vinieron como alumna en el cursillo de costura, con el tiempo empezó a coser arreglos y encargos que nos hacían en los comercios.

Era Gallega pero había vivido muchos años en Barcelona, por eso la gustaba mucho estar con nosotros y nos ayudaba en todo lo que necesitábamos, sobre todo con los desfiles.

Contando con su ayuda empezamos a hacer ropa de carnaval y en poco tiempo tuvimos que buscar más ayuda porque teníamos muchísimos encargos.

Hacíamos hasta para grupos de cincuenta y sesenta personas, en Septiembre cuando volvíamos de las vacaciones, ya empezaban a hacernos los encargos, para tener tiempo de preparar los tejidos y demás adornos.

Fue otra experiencia muy curiosa y agradable en mi vida.

Recuerdo un día que vinieron a preguntarme, si me atrevía a hacer un traje de dragón, muy grande para una obra de teatro.

 

 

Grupo de rumanas de carnaval

 

Fueron explicándome lo que necesitaban y lógicamente acepte el reto.

El animal en cuestión tenía que medir unos siete metros de largo, lo hice de raso verde, con los piquitos del lomo en raso negro, la cabeza era un tambor de detergente redondo, los ojitos dos pelotitas de ping pon.

Para rellenar el cuerpo y la cola, tuvimos que trocear dos colchones de matrimonio de espuma.

Les cobre catorce mil quinientas pesetas, que en aquellas fechas me parecía mucho dinero, pero a ellos no les pareció nada caro, se lo llevaron en una furgoneta.

Unos meses después vinieron a decirme que había sido un bombazo el éxito del dragón en el teatro.

 

 

Disfraces del reinado de España yo vestida de amarillo

 

 

Eso no fue todo, un día vi la foto de mi dragón en un periódico, donde explicaban que le habían dado el primer premio de disfraces, cien mil pesetas y que no era el único, al parecer le presentaban en todos los concursos de disfraces de las discotecas y demás y todos los ganaba.

Lógicamente estábamos apuntados en una comparsa de carnaval, a los que también hacíamos muchos de los disfraces, dependiendo del disfraz elegido para ese año.

Andrés trabajaba y no podía ir todos los días que nos disfrazábamos y yo me iba sola con ellos.

El la comparsa había mucha gente suelta, entre gente que trabajaba y los que no se disfrazaban porque no les gustaba.

 

Con un poco de imaginación arregle el vestido de novia en vestido de época adecuado al momento del carnaval.

La jornada era completa desde la mañana, quedábamos para tomar el aperitivo, luego comíamos todos juntos y hacíamos sobremesa hasta la hora de la cabalgata y la rúa por la tarde y terminábamos con un gran baile en una de las plazas de Vivero amenizado con la charanga que llevábamos siempre con nosotros.

Cuando mas disfrutaba disfrazándome era cuando me cambiaba por otra persona y más si era conocida.

El marido de Celina era cartero y con un físico parecido al mío, un día le pregunte a Celina si su marido tenía un segundo uniforme de cartero, me dijo que si, además totalmente completo con cartera y todo.

Disfrazados de colegiales

 

La dije que me lo trajera un día de la semana del carnaval, me lo trajo el lunes.

Cuando vi el uniforme, me puse en marcha muy animada, ya estaba un poco usado y traía de todo hasta los zapatos.

Estábamos en el comercio y enseguida me puse a vestirme de cartero, además había comprado para el momento una careta de señor un poco palurdo con peluca y todo.

Para los ojos me puse unas gafas de seguridad de Aluminio, que parecían de miopía y no se apreciaba bien mi mirada.

Salí de mi comercio y me fui hacia la oficina de correos, pasando por el camino por muchos comercios a saludar a la gente que muy curiosa y sorprendida se preguntaban ¿quien será?

Cuando llegue a correos me metí directamente por dentro de la oficina.

Al principio estaban sorprendidos, no entendían quien podría ser, enseguida llego el jefe de correos, con cara de pocos amigos y empezó a mirarme todo el traje, dijo a los compañeros que si alguno reconocía el uniforme.

Vino incluso Darío que era el dueño y marido de Celina, pero tampoco lo reconoció, al final hasta me invitaron a un café que tome con una pajita por la careta.

Durante mucho tiempo la gente se preguntaba ¿Quién sería el cartero del carnaval? nunca jamás lo comente con nadie, por miedo que Celina tuviera problemas, ni ella tampoco, pero nos reíamos mucho cuando lo recordábamos.

El piso que compramos estaba enfrente del casino, me resultaba muy cómodo vestirme y cruzar la calle, tenía en el trastero el gran armario de espejos que nos habían hecho cuando nos casamos y que siempre hemos llevado con las mudanzas.

Dentro del armario tenía un montón de ropa y cosas preparadas para disfrazarme.

Los días de carnaval no podíamos salir y estar juntos Andrés y yo ni paseando ni en el casino, el no soportaba las caretas y tenía que ir a cara descubierta, por eso enseguida le conocían, en cambio a mi no me conocía ni el portero cuando le decía quien era, para poder entrar.

Andrés y yo disfrazados de época en la rúa

 

Solía cambiarme tres o cuatro veces cada noche, cuando unas cuantas personas me conocían, salía cruzaba a casa y me cambiaba totalmente y de nuevo a bacilar y a bailar con la gente en el casino.

 

 

Andrés y la hija de unos amigos disfrazados de médico y enfermera en una plaza tomando la tensión gratis a todo el mundo, tuvieron mucha clientela, la gente dudaba si era en serio o broma.

 

Un día después de vestirme de ovejero con piel de oveja, garrote, bota de vino y todo lo adecuado, fui a casa y me puse un pantalón de raso rojo, súper ajustado, una blusa de raso negra y una peluca de pelo corto negro, con unas grandes gafas y unos altísimos tacones rojos, un metro setenta y cinco de altura y menos de sesenta kilos, al parecer con pintas de buscona elegante.

Cuando entre en el casino note como todo el mundo dejo de bailar para quedarse mirándome, lo mejor es que no parecía un disfraz para nada.

Disfrazados toda la comparsa de Nereidas y Tritones,

 

 

Me fui a la barra a pedir una bebida y me coloque justo al lado de Andrés, saque un cigarro de mi bolso y le pedí fuego, enseguida me dijo que no fumaba y no tenia fuego, esa fue la prueba, que ni él me había conocido, además sabía que yo no fumaba y no dudo que yo no llevaría tabaco.

Saque a bailar a un par de amigos y fue cuando lo fastidie, porque entonces bailando me conocieron, sobre todo Andrés, que se partía de risa mirándome desde la barra.

Aunque a Andrés no le gustaba cubrirse la cara, un año le convencí para disfrazarse de caperucita roja y estaba guapísima, además le puse una cestita llena de rosquillas.

Cuando llego a la puerta el conserje le dijo “está muy guapa señor Calabia” al rato se fue corriendo la voz de que las rosquillas estaban riquísimas y le iban persiguiendo por el baile, para quitárselas.

Disfrazada con el traje del marido de Celina

 

 

No tardo ni media hora en quitarse la careta, la peluca con las trenzas y no le quedaba ya ni una rosquilla en la cesta.

Hicieron un edificio nuevo para el casino, ya no me resultaba tan cómodo para cambiarme, durante la noche, tenía que coger un taxi para ir sola, no quería que me vieran ni con mi coche ni con Andrés que la mayoría de las veces tampoco sabía de que me disfrazaba.

El sábado de carnaval, no se solía disfrazar casi nadie en Vivero, era un día para baile de gala, casi todos los socios se ponían sus mejores galas, vestidos largos y demás, pero siempre había alguno como yo que prefería hacer el indio.

De nuevo recurrí a Celina, teniendo en cuenta que la ropa de su marido me venía perfecta, le pregunte si tenía algún traje elegante de su marido, pero que no fuera demasiado moderno, como siempre me sorprendió con el traje de boda, de su marido.

Hacía casi cuarenta años que se habían casado, me lo probé y me quedaba perfecto y elegante, me compre una peluca de buen hombre, una flor en la solapa, un sombrero adecuado a la noche de gala, un paquete con medio pan gallego, un buen trozo de chorizo, queso de tetilla, todo envuelto en una servilleta y sin olvidar el paraguas colgado de la espalda me marche para el casino, donde ya estaba desde hacía un rato Andrés.

Cuando llegue la orquesta estaba tocando y todo el mundo sentado en las mesas y nadie bailaba, yo con todo mi morro me subí al escenario para saludar a los músicos, se lo tomaron muy bien y dejaron de tocar para saludarme muy atentos, la gente estaba, entre extrañada y curiosa, a unos les hacía mucha gracia y otros se quedaban callados mirándome con mala cara, pero sin hacer comentarios.

Me senté en una mesa sola y enseguida empezó el baile, saque a bailar a unas señoras que conocía y a otras que no tanto, para disimular todas aceptaron bailar conmigo.

Un par de horas después sentada en mi mesa, tras pedir un vaso de vino abrí mi paquete y repartí por la mesa mis alimentos, saque una navaja del bolsillo y me puse a cenar, vinieron a pedirme de todo, sobre todo pan con chorizo que estaba riquísimo, en poco rato lo habíamos terminado todo.

Me hicieron de todo tipo de preguntas, en Gallego y en Castellano, pero no supieron quien era, en un par de ocasiones.

Vestida de andaluza, en el carnaval de Vivero.

 

Andrés me observaba, para ver si era yo y disimule para despistarle, como es natural no me conoció. Al volver a casa muchas veces, era cuando se enteraba de que me había disfrazado.

Un año para mi sorpresa, los organizadores de mi comparsa, decidieron que el tema seria sobre el Roció y todo el mundo tenía que vestir de andaluz.

Andresito vestido de andaluz en el carnaval

 

Ese año me lo pase fenomenal estaba como pez en el agua, me probé el vestido que me había hecho en Bruselas y me quedaba un poco estrecho, pero con poco arreglo me quedo fenomenal.

Ese año también vinieron los niños en la comparsa y enseguida los prepare la ropa adecuada para la ocasión.

Fue sorprendente como consiguieron un montón de carros con caballos preciosos los cuales adornaron perfectamente en estilo rociero y pasamos todo el día paseando y bailando por el pueblo.