Capítulo tercero

VIAJE A BRASIL

La primera etapa fue; de Alcalá de Henares a Vigo, por tren. Con muchas dificultades llegamos al puerto de Vigo un día antes de que zarpara el barco francés Luis Lumieer, tuvimos que hacer noche en el puerto, la cantidad de equipaje nos, obligo a permanecer la familia de guardia, se tunaban por horas mi padre, el tío Tomas y Ángel toda la noche, además del miedo a los ladrones, nos comentaron que podían hacernos daño para robarnos cualquier cosa, fue una noche muy larga.

Creo recordar que el equipaje estaba compuesto por; un colchón de matrimonio de pura lana virgen y la almohada (así lo hicieron constar en el embarque), enrollado, cosido y bien atado, un baúl enorme con ropa de la casa, (mantas, sabanas, colchas, toallas y demás) varias maletas con ropa de invierno y verano de los cinco, y unas cuantas cajas de medicamentos, muestras de los laboratorios, información, carpetas y papeles.

Mi padre ya había previsto una buena carga de pastillas para el mareo, las cuales habíamos tomado antes de salir. El barco empezó a zarpar y salir del puerto a media mañana.

Un día típico de la zona; lluvioso y con un mar muy movido. Ya estábamos en el comedor, cuando soltaron amarres, empezaron a moverse los platos, vasos y la comida se salía de los platos, en pocos minutos desapareció todo el mundo del comedor, donde tan a gusto estábamos saboreando los platitos franceses.

Nosotros tardamos varios días en volver al comedor, el camarero nos traía líquidos y algo de comida al camerino que compartía con mis padres, insistiendo en que teníamos que comer alguna cosa, que era lo más adecuado para el mareo y empezaríamos a encontrarnos mejor.

El viaje duro veintiocho días, fueron muy malos y apenas vimos al resto del equipo, pillamos muy mala mar, casi no comíamos y frecuentemente visitábamos al médico y las enfermeras para buscar más pastillas del mareo, siempre nos aconsejaban comer, y no tener el estomago vació, sin tener nada para vomitar, es aun peor el mareo. Con mucha paciencia y muy servicial solía atendernos un camarero francés, al cual mi padre bautizo con “guie, guie”, que es lo que nos respondía, cuando le pedíamos algo.

Era impresionante pasearse por cubierta, tan pronto veías el mar al fondo como en un precipicio, como te pasaba por encima de la cabeza como si te hundieras en las profundidades diez o veinte metros.

Despedida de las enfermeras del Louis Lumieer

Por fin llegamos a Rió de Janeiro. Nos hicieron esperar unas horas para que anocheciera y hacer la entrada en la bahía de noche y ver la maravilla del Pan de Azúcar, el Cristo Redentor o Cristo del Corcobado, como le llaman y la bahía iluminada, realmente impresionante hasta para una niña como yo, pues no lo he olvidado nunca, la cruz parecía salir del cielo.

Desembarcamos, agrupamos el equipaje y con una camioneta nos dirigimos a la estación de tren para trasladamos a Sao Paulo, no recuerdo porque, pero ese era nuestro destino.

Dejamos Rió y los restos del carnaval que acababan de pasar pues llegamos cuando habían terminado. Eso nos contaron pues del carnaval no vimos nada.

Cuando llegamos a Sao Paulo, lo primero fue buscar un local para poner la representación y un alojamiento.

Encontramos un gran local garaje y separándolo en varios espacios con cortinas, que enseguida preparo mi madre. Nos serviría para comenzar, viviendo en él y empezar con la representación de medicinas. Entre todos, en pocos días lo acondicionaron.

Mi padre empezó con los trámites para legalizar la delegación, instalo estanterías en las paredes para colocar los medicamentos y todas las muestras que habíamos llevado.

Pocos días después de tener todo preparado e instalado, hubo un problema internacional y no se pudieron comercializar, los productos farmacéuticos, por lo que tuvieron que hacer muchos cambios en los planes.

La primera decisión que tomaron fue cambiar la zona de almacén, para acondicionarlo como peluquería de señoras, la cual atendería mi madre, con sus pocos conocimientos, adquiridos en España antes de ir. Como eran muy recientes y mi madre muy valiente, no tuvo ninguna duda en empezar.

Suponían que los problemas políticos para poder llevar los medicamentos se solucionarían en unos meses y a1quello seria provisional.

Con la buena maña de mi padre todo resultaba muy fácil y barato, con poco dinero cambio el almacén por peluquería de señoras, preparo tocadores y espejos, todo muy bonito. Compraron los secadores y lava cabezas con facilidades de pagos, recuerdo que tenían el resto del dinero del traspaso muy guardado, no lo querían gastar, por si tenían que volverse.

Paseando por San Paulo

El tío Tomás se coloco como mecánico en el aeropuerto de Congoñas, Ángel como carpintero, mi padre en una tienda de Lámparas y electricidad, nos hacía mucha gracia, porque al llamar por teléfono siempre, contestaban en portugués “pronto, lustres, pelotas y petercos”.

Todo empezó a ir bien, nos mudamos a vivir a una vivienda pequeña pero cómoda y cerca de la peluquería. Teníamos por casera una enorme negra muy mayor, doña Teresa, que todo el día fumaba en pipa y escupía cuando menos lo esperabas, en mi vida he vuelto a ver una persona más negra y más gorda. Yo me quedaba mucho en su casa, mientras mis padre trabajaban, me hacia comiditas muy buenas y me contaba cosas en portugués que casi no entendía, nos tomo mucho cariño y nosotros a ella, continuamente nos hacia postres deliciosos para todos y nos contaba que había trabajado como cocinera, en una mansión, y con mucho sacrificio y trabajo, le había dado una carrera a su único hijo, el cual tenía un importante puesto en política, y no se ocupaba demasiado de ella, cosa que la entristecía mucho y lloraba mucho cuando nos lo comentaba, en todo el tiempo que vivimos allí, solo le vimos en una ocasión.

Mi padre se compró todo lo necesario, para iniciarse en el mundo de la fotografía, para dedicarse profesionalmente, pasaba muchas horas en un cuarto oscuro, que preparo para el revelado, hacia fotos de todo y a todos, pero estaba empezando a imponerse la foto en color, y el no conseguía un resultado adecuado, decía que era muy difícil, además se necesitaba temporizadores y otros sistemas más modernos y caros que no podían comprar. Con las prácticas nos hacia muchas fotos y salíamos de muchos colores, pero ninguna bien, solo salían perfectas en blanco y negro.

Cuando salíamos de paseo frecuentemente podíamos encontrar en cualquier calle puestos de venta de riquísimas sandias en rodajas muy fresquitas y sabrosas, eran de esa clase tipo melonas gordas y largas. También puestos de un tipo de empanadillas con distintos rellenos, sobre todo con relleno de Palmito y queso, tenían un sabor riquísimo.

Conocimos algunos españoles que como nosotros estaban trabajando en Sao Paulo y algunos fines de semana quedábamos para ir de paseo con ellos.

La peluquería fue un éxito, mi madre cada día tenía más trabajo, yo tenía ocho años y mi madre me ponía un cajón para que me subiera para ayudarla a lavar cabezas y quitar pinzas y rulitos de las cabezas que salían del secador, también me pasaba el día barriendo después de que ella cortara el pelo

Con mis padres y una amiga paseando por San Paulo

Decidieron que mi padre dejara de trabajar en la tienda de las lámparas y fuera a una academia de peluquería para aprender un poco y poder ayudar a mi madre en la peluquería. Mi madre a su vez decía a las clientas, que mi padre, trabajaba en una peluquería muy importante del centro de la ciudad.

Las clientas solían protestar cuando había mucha gente esperando, y preguntaban ¿por qué mi padre, no ayudaba en nuestra peluquería con tanta gente esperando? en vez de estar trabajando en otra.

Cuando solo llevaba un par de meses aprendiendo, llego a la peluquería y como siempre había mucha gente. Le pusieron en el compromiso de tener que ponerse a peinar; le tocaba a una señora negra, que había estado en el campo mucho tiempo y hacia meses que no se lavaba el pelo, aquel pelo rizado, largo y enmarañado parecía un gran gorro pegado a su cabeza, solo podía ir levantando poco a poco con el peine i cortando casi a raíz con la tijera, quitándolo como podía, de pronto vio una cosita negra que caía por la toalla y unas gotitas de sangre “ le había cortado un trocito de oreja” casi se desmaya el pobre, del susto y los nervios. La señora le quito importancia y agradeció mucho como le soluciono el problema de su maraña de pelo, le puso un trocito de tirita y menos mal que no nos denuncio

Con mis padres, tío Tomas, Ángel y unas amigas, Sao Paulo

Después de esta experiencia decidió, especializarse y dedicarse a los tintes, creía que era menos peligroso.

En aquellos tiempos, los tintes se solían hacer por mezclas, se podía disponer de muy pocos colores, era mucho más complicado que actualmente que solo tienes que mezclar la crema con la oxigenada y ya lo puedes aplicar.

Un día poniéndole un tinte a una señora mayor y muy distinguida, con el pelo blanco, que solo quería unos reflejitos para matizar las canas, le hizo una mezcla que cuando le lavo la cabeza salió con un color violeta morado, era imposible de volver a poner el color de sus canas y decidieron que se fuera a su casa para ver que decía su familia. En la mía se masco la tragedia durante un par de días, al cabo de los cuales, volvió la señora y nos comento que le había encantado a toda la familia y que tomara nota de la mezcla para hacérsela siempre igual.

Con mis padres, Ángel y unos amigos, en unos lagos de Sao Paulo

VIAJE A MATOGROSO PARA VISITAR A FAMILIARES

Mi abuela paterna Dionisia, tenia tíos y primos en el interior del Brasil, zona de Mato groso, mis padres decidieron hacerles una visita, estuvimos dos días y una noche en tren, teníamos que llevar las ventanas cerradas, según venia la curva nos entraba chispas y carbonilla de la maquina, se nos hizo larguísimo el viaje, pero al llegar pasamos unos días muy emocionantes, además conocimos muchos más familiares, tíos, primos, hijos, una familia muy larga, tenían muchas tierras con caballos y todo para desplazarse de un lado al otro de la finca.

Recuerdo haber comido frutas tropicales directamente de los árboles, creo que no he vuelto a comer frutas con esos sabores tan deliciosos.

Con mi madre y algunos de los familiares Mato groso (Brasil)

Y de nuevo volvemos a Sao Paulo. El viaje de vuelta en tren, fue tan pesado como la ida, pero valió la pena.

Cuando regresamos a España pudimos contarle a mi abuela muchas cosas de su familia en Brasil y enseñarle las fotos que naturalmente había hecho mi padre el fotógrafo.

Estábamos muy instalados en San Paolo y ya teníamos algunos amigos, tanto nosotros como mi tío Tomás y Ángel. Un día llego del trabajo el que se había marchado de España por estar enfadado con su novia y nos dijo, que se volvía a España por que se había contentado de nuevo con ella por carta.

Fue el detonante para que todos quisiéramos volvernos juntos a España.

Mi padre aprovecho un problema que había tenido de joven en los pulmones, para solicitar una ayuda económica para la compra de los billetes, para el regreso a España, la cual le fue concedida, nos pagaron casi el total de los pasajes de vuelta a mis padres y a mí.

Pusieron un cartel para traspasar la peluquería y de nuevo tuvieron suerte y pudieron coger algo de dinero de la venta de los aparatos y utensilios de la peluquería. Mis padres procuraron traer todo el dinero posible de vuelta a España, para instalarse de nuevo a su regreso.

Utilizamos los medicamentos y las muestras mientras estuvimos allí y al regresar regalaron todo lo que les quedaban a un centro de ayuda.

En total estuvimos casi once meses. No llegamos a ver los carnavales, llegamos cuando habían terminado y regresamos a España cuando empezaban a prepararse las comparsas y los bailes.

Mis padres compraron algunos recuerdos al regresar, los cuales tuvieron que esconder muy bien, para que no se los requisaran en las aduanas.

Lo más difícil de esconder fue la radio gramola, RCA VICTOR, último modelo, que junto con un montón de discos que también trajeron, y que aun conservo, sirvieron para animar muchas de las reuniones familiares que hacíamos en España.

La radio vino metida dentro del colchón con los discos y todo, luego lo cosieron, enrollaron y ataron, como constaba que había hecho el viaje de ida y pasó la aduana sin problemas, además del gran baúl y el montón de maletas, menos mal que ahora ya no traíamos las cajas con las medicinas y toda la documentación farmacéutica.