Capitulo séptimo

MI VIAJE A BRUSELAS

El viaje lo hice sola. De Madrid a Andorra, allí cambie de tren y a Paris, donde me esperaba mi padre, para seguir hasta Bruselas, también en tren.

Fue un viaje muy esperado y lleno de emoción, aunque bastante pesado, pues duro dos días y una noche de tren.

Mis padres trabajaban en casa de los Sres. Roufart.Médicos casi toda la familia y dueños de dos grandes hospitales, uno de ellos estaba en el edificio donde vivían, en el centro de Bruselas. Estaban trabajando allí casi desde que llegaron.

Para mí ya tenían preparada una habitación muy chula. Pocos días después ayudaba a mi madre con algunas cosas de la faena, y ella me enseñaba algunas palabras que ya conocía en Francés

Tenían una hija que también era doctora y la llamaban “Lulú” (nosotros, madeimoselle Lulú) era diabética y se estaba quedando ciega muy rápidamente, por esta razón se encontraba enferma, muy a menudo y no podía ni levantarse de la cama, tenía unas dietas muy severas.

En la cocina teníamos un teléfono con una pequeña centralita en la cual recibíamos las llamadas exteriores directamente y las pasábamos al resto de la casa.

Una mañana después de ocuparme de algunas cosas entre en la cocina y de repente sonó el teléfono y mi madre se apresuro a descolgar y enseguida respondió con su español afrancesado “ya le he dicho que madeimoselle Lulú, hoy esta malada en el lit. (Cama en Francés) y no se puede levantar, pero le paso con ella “apretó la tecla adecuada y colgó, yo le pregunte ¿quién era?, me respondió, que debía de ser una amiga de madeimoselle y además un poco pesada, porque ya le había dicho varias veces que estaba mala y le pasaba con ella, pero la seguía llamando, como si ella no la respondiera, quizás por estar dormida, pero la pesada seguía insistiendo.

Yo me quede pensando en el tema y de pronto, se abrió la puerta y apareció madeimoselle Lulú en la cocina en bata, con mala cara y llorando, al parecer llevaba todo la mañana llamando a mi madre, para que la diera línea con la calle y ponerse en contacto con su madre y le trajeran unas medicinas y no había manera, cada vez que llamaba, mi madre enseguida la respondía a ella misma, que estaba mala en la cama y la volvía a poner con ella misma, cosas como estas solían ocurrir a menudo, pero no se enfadaban demasiado.

Aunque al principio, no nos entendíamos demasiado, madeimoselle y yo, me llamaba muy a menudo a su cuarto para hacerla compañía, enseguida se dio cuenta de mi arte en peluquería y pronto la estaba tiñendo el pelo.

Tenía una larga y preciosa melena rubia y la encantaba que le cepillara el pelo y la hiciera moños y distintos peinados, también la hacia la manicura, su familia lo agradecía mucho y eran muy agradables conmigo.

Cuando salíamos de paseo los fines de semana, solíamos ir al único centro español que existía.

Era político y se llamaba Centro García Lorca, y estaba cerca de la Gard du Midi.

Era un bar que se podía beber, se podía comer, se podía bailar, se podía cantar y se podía ligar, pero sobre todo se podía hablar de política y mi tío Juan era uno de los oradores políticos principales, lógicamente después de pasar 40 años en la cárcel rodeado de presos políticos como el.

Me di perfectamente cuenta que mis padres, no se sumaban a los corrillos políticos y no les agradaba demasiado frecuentar este sitio, en cambio a mi me encantaba y realmente, no sé bien si era por la política, o porque siempre acababa, bailando flamenco que también me gustaba mucho.

Casi todos eran españoles, aunque se podía encontrar a belgas, u otros extranjeros de las mismas ideas políticas.

Nosotros solo íbamos para pasar el rato y charlar con otras personas en castellano y pegarnos unos bailecitos, además para tratar de encontrarnos, con mis tíos Juan Asunción y prima Dioni.

Bailando sevillanas con mi vestido de andaluza en el centro García Lorca

Conseguí que mi madre me hiciera un vestido de andaluza y baile con él varias veces flamenco, que era lo que más se bailaba en el centro. Unos bailábamos, otros cantaban y otros tocaban la guitarra, y las castañuelas.

Poco meses después mis padres decidieron comprar el primer coche de segunda mano, fue muy emocionante, después de ver muchos, se decidió por un Skoda y siempre decía mi padre “el que no tenga un Skoda que se j....”

Estábamos muy en contacto con todos mis tíos en Lucerna, hacia poco tiempo que el tío Julio también se había marchado a trabajar a Suiza.

Teníamos casi toda la familia allí, preferían aquel país por que podían trabajar de su oficio, que solía ser más valorado y mejor pagado.

Estaban los cuatro hermanos de mi madre, tres casados y Julio que seguía soltero, también mi tío Antonio y esposa, que también se habían ido a Lucerna a trabajar con los hermanos de mi madre. Total como decía, teníamos a media familia en Suiza.

Como era de esperar al poco tiempo nos convencieron para que nos fuéramos a Lucerna nosotros también, nos despedimos de la familia Roufart, empaquetamos las cosas y los pocos trastos que teníamos, nos metimos en el coche hacia Lucerna.

Cuando llegamos comprobamos, que todos Vivian en distintos pisos de un mismo edificio, en el Schoping Center, en Emmembruke.

Un edificio muy moderno y casi nuevo, realmente todos habían estrenado las viviendas en las que vivían.

También alquilamos nosotros el nuestro, en el mismo edificio, estaba totalmente nuevo y amueblado, las lavadoras y secadoras estaban en el sótano, funcionaban con monedas de medio franco suizo.

Todos los tíos trabajaban juntos en la misma fábrica, incluso el tío Antonio y mi padre cuando llegamos también le contrataron allí.

Era una fábrica grandiosa de ascensores, llamada Eisengiserei situada justo enfrente de la casa que vivíamos.

Casi todos mis tíos de mecánicos, mi tío Antonio y mi padre de modelista en madera.

Mi madre se coloco donde mis tías trabajaban, estaban en distintas fábricas, de componentes electrónicos, o de piezas para relojes. Yo me quedaba en casa con mis labores.

La fabrica de los tíos y mi padre estaba situada justo en la parte posterior del edificio, que vivíamos.

Entre la casa y la fábrica pasaban un montón de vías de tren, que iban al centro de Lucerna, cerca de la fábrica había un apeadero de tren con mucho movimiento de gente, para la fábrica y los alrededores.

Vivir en el Schoping Center, en aquella temporada fue muy divertido con todos mis tíos y tías jóvenes, cuando no estábamos en casa de uno, era del otro, además de otros amigos de los tíos, con los que también celebrábamos de todo, fiestas, santos y algunos cumpleaños.

Cuando la casera tenía algún problema, o había que reparar algo, siempre acudía a los Alisedas que lo arreglaban todo, además de mecánicos y carpinteros, todos eran muy mañosos.

Mi madre solía ser muy celosa, aunque sin motivos; no me extraña porque mi padre era realmente muy guapo y algunas amigas se lo comentaban a mi madre.

Los celos eran motivo de muchas discusiones entre ellos y a veces las discusiones eran muy fuertes.

En una de estas movidas, mi padre cabreado salió de casa y paso la noche sentado en el coche, mi madre llorando y yo muy asustada.

Al día siguiente apareció y comento que había pasado la noche en el coche.

Mis tíos Tita Dámaso Salvador Magdalena y primo Miguel Ángel

No me gustaban nada estas situaciones, me hacían sentirme insegura y me daba miedo de las reacciones de mi padre que solían ser muy violentas, aunque no hacía daño a nadie, pero cuando no aguantaba más, a la pesada de mi madre, solía dar un golpe en algún sitio y romper algo.

Ese día tome una decisión para escarmentarlos un poco. Prepare unos bocadillos y les escribí una nota que decía “No puedo soportar más tantos enfados y disgustos y me marcho de casa”.

Me marche a un parque que había enfrente, cerca de la fabrica y desde lejos, los veía cuando llegaron a casa del trabajo, de un lado para otro por la casa, preocupados sin saber donde podría estar, también vinieron algunos de mis tíos al enterarse de la movida que monte.

Cuando empezó a hacerse de noche, regrese al edificio y me escondí en el sótano donde estaban las lavadoras, las secadoras y un montón de oscuros y cerrados trasteros, también los relojes y temporizadores de los tres portales del edificio, así como el final de los seis ascensores que se ponían en marcha muy a menudo, apagándose y encendiéndose la luz, con un ambiente siniestro, menos mal que no bajo nadie a poner ropa en las maquinas, ni a buscar nada en los trasteros.

En mi vida he pasado una noche con más miedo.

Al día siguiente subí pensando que todos se habrían ido a trabajar sin más, lógicamente no fue así y por poco me comen entre broncas y besos.

No adelante mucho los celos siguieron por el estilo.

Al igual que las lavadoras y secadoras, funcionaban con medio Franco, también los dispensarios de sellos, maquinas de tabaco, maquinas de refrescos, chocolatinas, galletas y muchas más maquinas automáticas.

Un día buscando por casa, el medio Franco que necesitaba para sacar un sello, entre las monedas suizas, había algunas Españolas mezcladas, pude comprobar que el medio franco era casi igual a una peseta española, el tamaño grosor y parecía que el peso, todo menos el color, pero eso las maquinas no lo apreciarían.

Rápidamente baje a la calle a comprobar en la primara maquina si servía, cuál fue mi sorpresa cuando la maquina me dio el sello y encima las vueltas por ser de precio inferior, al medio franco, cosa que ocurría frecuentemente, con más artículos, ya que los precios solían ser inferiores.

Yo no fumaba pero de vez en cuando le preguntaba a mi padre si le compraba un paquete de tabaco del dinero que me daban para la compra.

Estuve un tiempo pidiendo pesetas, a todos los españoles que conocía, pero me resultaba muy difícil de conseguirlas, ponía como escusa que las coleccionaba y estaba juntando un montón, lógicamente enseguida me daban las que tenían.

Cuando alguien venia para España les pedía que me llevaran alguna más para la colección.

El negocio duro poco tiempo, al cabo de un tiempo mis padres decidieron regresar de nuevo a Bruselas, ellos querían volver lo antes posible a España y tenían que ahorrar lo más posible en el menos tiempo posible y decían que en Bruselas ahorraban con más facilidad.

Los hermanos Aliseda, en traje de faena, en Lucerna

Los abuelos de Alcalá vendieron la huerta para edificar, en el terreno construyeron dos edificios con muchos apartamentos y varios locales.

Mis padres compraron un pequeño local con vivienda, también mi tío Salvador compro otro igual, mi tío Dámaso compro una vivienda, en un piso alto.

Era una manera de empezar a invertir el dinero.

Un par de años después terminaron el edificio en el terreno de los abuelos de Alcalá y algunos de los tíos se volvieron de nuevo para España, menos el tío Tomas y la tía Maruja que tenían unos planes de edificar una casa y el tío Julio que también se quedo en Lucerna.

A un lado del edificio habían construido una gran nave, que era parte del pago del terreno y allí mis tíos instalaron un taller de carpintería metálica, tuvieron mucho negocio y les funciono muy bien, durante muchos años.

También al lado de la nave hicieron un pequeño local y una pequeña vivienda donde Vivian mis abuelos.

En el local mi abuela, puso otra de nuevo otra tiendecita de comestibles, que es lo que siempre la gustaba y era lo que más entendía, era muy pequeña y que ella sola atendía, tenía mucha clientela, ya que era la única que había en la zona y también tenía despacho de pan y leche.

En estos años, los tíos de Daimiel ya tenían un hijo más, que llamaron Tony, o Antonio como su padre.

Al parecer las cosas en el pueblo no iban muy bien y el tío no tenía apenas negocio en las representaciones. Compraron también un piso en el edificio del terreno de los abuelos y se vinieron también a vivir en Alcalá, los abuelos estaban encantadísimos, con todos los hijos alrededor.

El tío Antonio se quedo con la tienda que llevaba la abuela, para atenderla él con la tía Paquita y se instalaron en Alcalá definitivamente, cosa que como es natural a la abuela, la izo muy feliz y podría vivir más tranquila, ya era un poco mayor para llevar un negocio, que cada vez tenía más clientes.

Para sorpresa de todos, el tío Julio eterno solterón un día nos sorprendió diciéndonos que tenía novia en Lucerna.

Ya tenía casi treinta y cinco años, cuando conoció a una gallega y todos decían “con esta sí que se casa”, y así paso, se caso en Lucerna, a esa boda no fuimos, querían volverse pronto a España y se casaron en poco tiempo.

Regresaron a Alcalá para vivir también. Volvió a instalarse en la tienda de comestibles que ya tenía antes de irse a Suiza y que había mantenido cerrada mientras estuvo en Lucerna.

La mujer de mi tío Julio se llamaba Luisa, y tuvieron tres hijos, Julio, Rosa y Luis.

Los abuelos estuvieron poco tiempo solos, ya tenían de nuevo a su hija Paquita con su familia y a su hijo Julio con su esposa. Pronto volvería también el tío Tomas y también trabajo en el taller de carpintería metálica.